Las aplicaciones se han posicionado como un hábito frecuente en nuestras vidas, herramientas que en un inicio fueron pensadas en los smartphones como atajos de algunos sitios web evolucionaron rápidamente hasta posicionarse como verdaderos sustitutos de algunas actividades a las que estábamos acostumbrados, como hacer compras, pagar servicios, realizar depósitos bancarios y hasta tener registros personales tan importantes como nuestro historial clínico.
En un sentido más superficial, las aplicaciones se convirtieron en grandes atractivos para sitios telemáticos como Facebook, Twitter, Instagram o Snapchat, pero ¿qué pasa cuando estas comienzan a ser parte de un sistema de evaluación de jerarquía social? ¿Te suena familiar? Probablemente eso se debe a que ya viste el capítulo <<caída en picada>> de Black Mirror y esa descripción te trajo los inquietantes recuerdos de esa emisión.
Las aplicaciones de evaluación a la propia gente son ya una realidad.
Cabe aclarar que algunas de estas ideas son más lúdicas o simples referencias a la mencionada serie, pero la linea divisoria entre un simple diseño experimental y el uso con fines de evaluación social es muy delgada.
Si ustedes utilizan palabras clave en los buscadores como <<aplicación-calificar-personas>> y sus sinónimos encontrarán que muchos medios hacen dicha referencia pensando que solo existe una, cuando en realidad ya estamos hablando de decenas de ellas, algunas ya cuentan con cientos de miles de descargas.
Para finalizar este breve análisis (característico de las entradas de este blog) tengamos en cuenta que el funcionamiento de estas apps depende de otros sitios como Facebook para utilizar los permisos de acceso a sus contactos. Considero que la verdadera problemática será cuando estos proyectos tengan la suficiente información para independizarse y tomarían una relevancia que podrían convertirse en un motivo de segregación social muy grave.
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